Se me han terminado las hojas de mi cuaderno y, como es normal, me he comprado uno nuevo.
La gente que me conoce sabe que tengo un auténtico fetiche con los cuadernos, pero de alguna manera éste es especial.Lo estrené ayer por la noche pasando a limpio la ultima poesía que estoy escribiendo.

Es una manía que tengo, empezar un cuaderno con algo del anterior. Así siento que no pierdo la esencia. Que algo de lo que he sido con el anterior cuaderno, de lo que he vivido, se viene conmigo al nuevo.

El viejo cuaderno descansa ahora sobre mi mesa, y me da vértigo mirarlo. Hinchado, casi abotargado. Tiene el lomo roto, las hojas se despegan y está relleno de objetos entre las páginas. Tiene en las mismas la esencia travestida y destilada de mis últimos tres años.Mis altos, mis bajos, mis penas y alegrías. Mis amores, mis pasiones, mis desamores y mis miedos más profundos. Mis reflexiones, mis amigos, mis viajes incluso los interiores. Todo ello abarrotando los pedazos de papel amarillento y desgastado de sus hojas

Todavía quedan algunas semanas en que viajará en mi bolsa con el nuevo cuaderno mientras paso a limpio algunas de las cosas que contiene. El resto se quedará para revisiones lacrimógenas y nostálgicas, y otras futuras referencias.

Mi viejo cuaderno, compañero de mis viajes y aventuras. Mi viejo cuaderno que ha recorrido el mundo en mi bolsa, que ha conocido en persona (o más bien, en cuaderno) a la diseñadora de moda uruguaya a la que perseguí un invierno; A la oscuridad más negra del abismo del búnker con sus interminables galerías y su encierro de 9 horas.A la increíble francesita con pelo a lo garçon que me quitó un trozo de corazón y lo rellenó con revolución, viajes, risas y vino. Al mar, o mejor dicho, la mar (que siempre es mujer) que me llevó volando como una cometa hasta que se cansó de tirar de mi cuerda y mevioperderme. Al viaje de mi vida, cruzando Estados Unidos en coche durante 17 de los más repetitivos,increíblese irrepetibles de mi vida. A la mujer que, por mucho que pase, siempre ocupará ese lugar especial de mi vida y de mis cuadernos. A las noches de verano con mis amigos de erasmus que siempre duraban más de lo que debían y se hacían más cortas, también, de lo que debían. A las dedicatorias, autógrafos, fotos, souvenirs, hojas, flores, proyectos, dibujos, cartas, bocetos...

Miro a mi nuevo cuaderno y, como ya os dije antes, me da vértigo. Da cosica, ¡qué queréis! pensar en rellenar los próximos dos o tres años de ese cuaderno. Pensar si estará a la altura, si mantendrá el nivel. Si se llenará de historias felices o infelices, alegres o tristes. Si tendrán un punto solitario o un punto acompañado de sus inevitables puntos suspensivos.