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    Cabo Upham
    Y por aquí sigue el tío...
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Boooring
les tengo que decir
linea
Me van a perdonar
pues hoy tengo que hablar.
Y en recitar, con tánta gente,
no he sido siempre fuerte.

Les tengo que decir
que fuí niño tambien.
Que me arrastré
y me dejé romper.

Hoy no. Hoy, crecido ya.
peleo contra mí, contra mi niño, yo.
Por que no puedas romper,
los restos remendados de mi piel.
linea(21/12/10)
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(15/11/10)

(2) No tiene por qué funcionar.
(2b Corolario) Y si no funciona, asúmelo.
(2c Corolario) Y si funciona, no la cagues.
(2d Corolario) Y si todo es muy bueno y bonito, es probale que no dure mucho.

Via: Yo mismo

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(21/10/10)
nunca jamás
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Nunca jamás es la isla
más fría del continente.
Y, además de estar perdida,
¡he perdido mis pendientes!

Busque usted, no los verá.
Yo ya estoy deseperada.
Eran dos pendientes viejos,
llenos de amor y nostalgia.

Dos pelotitas pequeñas
con la forma de mi casa.
Uno lleno de amistad
¡el otro de tierra de España!

Si los pudiera encontrar
(y hace el favor, me los manda)
seré la mujer más feliz
a este lado de Manhattan
linea(21/10/10)
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(14/10/10)
Dormir. Dormir estaría bien. Dormir de un tirón levantarte sin declarar la guerra al despertador.

Es un mal común en los miembros de mi familia. Siempre nos han llamado "Los patos" porque somos muy torpes. Ahora deberían llamarnos "Los búhos"

Es una sensación extraña eso de tener sueño todo el día menos a la hora de dormir.
Pasadas las 10 de la noche mi cerebro estalla en una fiesta de qués, porqués, cómos y otras preguntas tan lógicas como faltas de sentido. Como buena fiesta no se acaba hasta pasadas las 3 de la mañana.

Bromeaba con un amigo al decirle que era más productivo golpearse la cabeza contra una pared que tratar de acallar las preguntas. Un día lo probé funcionó. No he dejado de hacerme esas preguntas, pero al menos tengo una anécdota curiosa que contar.

Fué malo desde el primer momento. Los años previos notando una degradación paulatina y desagradable que nos llevaba a enfrentamientos provocados por, entre otras, nuestra incredulidad de que éso pudiera estar pasando. El momento del diagnóstico, la culpabilidad, la impotencia, las lágrimas. Las malditas lágrimas; no había llorado tánto en toda mi vida; ni tan regularmente, por cierto.

No hay nada en la vida como que te digan que tu padre tiene Alzheimer. No digo que sea ni más ni menos grave, simplemente es incomparable en el peor de los sentidos.

Los meses que siguen el diagnóstico..., ésos meses son meses de angustia. Son meses de culparte por cada palabra más alta, cada mala cara, cada reproche de los últimos cinco años. La gente te dice "no lo sabías", tú te dices "cómo no me había dado cuenta"

Son los meses del caos y el desconcierto familiar. Los cuchicheos, los pequeños complots, el cariño forzado pero sincero. Gestos de amor ultra compactos y apelmazados. Son decirte a ti mismo "aprovecha ahora; no sabes cuanto durará". Mierda.
Es odiar a cada persona que hace un chiste (y créeme hay cientos) sobre ello, es odiarte a ti mismo por lo que no has hecho, lo que aplazaste, lo que fuiste dejando alegando ya lo haré. Otro día, hoy no.

Es en ese momento, la primera vez en que te das cuenta que la ilusión de felicidad estable y congelada en el tiempo es una patraña. Es una mentira, un engaño, un teatro. Tú te lo has montado en tu cabeza, tu eres público, actor, crítico y verdugo.

Son meses de amarguras, de aislamiento, de introspección. Son meses en que tántas cosas te saturan que te resulta difícil repasarlas todas.
Según avanzaba el tiempo te vas atreviendo a hacer preguntas, a investigar. Tu ya sabías que era una mierda, pero entonces redescubres internet...

Los ordenadores deberían tener una especie de analizador de estado de ánimo. De esa manera podrían, por ejemplo, impedirte buscar en google a esa exnovia que no se te quita de la cabeza ni con KH-7. Podrían, también, impedirte buscar en google la palabra Alzheimer.

Google, generoso e inconsciente te inunda con información relativa a los síntomas, las fases, las pistas...
Dice el refrán que si algo no está en google enonces es que no existe. Señores, google no conoce la cura al alzheimer. No la conoce nadie, así que, a día de hoy, no existe. Y te enseñan y te cuentan que no la busques y que no la esperes. Y tu dices, vale. Y cada vez que alguien suelta las palabras cura y alzheimer en una sola frase sientes un torrente de curiosidad y un huracán de odio. De ganas de callar a esa gente y de aplastar sus palabras. De decirles que eso no existe. Que se callen que se vayan. Que se dejen de estupideces. Al final solo sientes compasión y una especie de extraña y nada consoladora empatía de los que estamos al otro lado.

Entonces una idea pequeña y débil se enciende como una luciérnaga moribunda. Está ahí, en el rabillo del ojo del cerebro. En la punta de la léngua del lóbulo frontal. ¿Es hereditario el alzheimer? Y vuelves a google y buscas. Ya no sabes si es peor la certeza de una condena aplazada o la incertidumbre de una bomba de relojería que puede no explotar. Y no están seguros. Nadie está seguro de nada en lo que toca a ese tema. De puta madre.

Dice una especie de leyenda urbana que se destinan más del triple de recursos a remedios contra la impotencia que a la búsqueda de una vacuna o cura contra el Alzheimer y otras demencias. Dicen también que en un futuro tendremos un montón de ancianos con erecciones casi permanentes pero que no recordarán ni porqué, ni para qué ni cómo se usa. (Siempre que cuento esto me imagino a esos pobres ancianitos en una especie de complejo espacial-marina d'or vestidos con el chándal rojo de Wall-E)

Entonces, y digo esto a título personal, entras en una especie de espiral hedonista, auto-destructiva en la que todo te importa una mierda. Todo no, claro. Pasas cada vez más tiempo con tu familia, todos juntos y aislados en nuestro mundo. Con la esperanza, infantil e ingénua, de que el tiempo condensado que te queda pueda compensar, de alguna manera, todo lo que no vas a poder tener. La palabra es incredulidad. Ausencia de esperanza. Ya no te crees nada, no esperas nada. Los sueños que te han vendido e inculcado son falsos. Todo es mentira. Y luchas con más teatro que certeza por matarte de alguna manera espectacular en un patético intento por llamar la atención.

Son meses de iluminación, de darte cuenta de tántas cosas.
Al principio dábamos gracias porque no hubiera sido un cáncer que le hubiera producido un sufrimiento agónico y dolorosísimo. Un final relativamente rápido y que nos hubiera dejado con la miel en los labios. Hoy, dudamos.
Debe ser una enfermedad jodida, porque hasta alguno de los hijos de puta más grandes que conozco, al enterarse, cambian el gesto y me preguntan muy serios que qué tal está y que qué tal nosotros.

Hoy por hoy la cosa se ha ido relajando un poco. La vida sigue y cada uno tenemos nuestro pequeño o gran montoncito de mierda del que ocuparnos. Me sigue costando dormir. Y a mi hermano, mi madre y mis dos hermanas. Ya no como con ánsia ni conduzco la moto con ademanes suicidas. Ya no pienso constantemente en que pasará, cómo ni cuándo. Me limito a fluir y a tratar de llevar el día a día como buenamente puedo.

El, de momento, paulatino declive nos da la oportunidad de disfrutar consciente y activamente de él y de sus gestos, plabras. De su voz, de su cariño. De sus enfados que son constantes y cortísimos. De él. Nos da la oportunidad de engañarnos con otra ilusión de inmutabilidad permanente. Gracias.

A veces, otra pequeña luciérnaga moribunda se pasea por las galaxias neuronales más alejadas y me trae preguntas y frases. Muy muy de vez en cuando me acuerdo de la frase del hijo de Antonio Mercero: "Te preparan para el momento en que tu padre no te reconozca, pero nadie te puede preparar para el momento en que no reconozcas a tu padre"

Ésto es una especie de resumen medio desordenado y a saltos de mis últimos meses. Te lo he escrito así porque es mi forma de escribir, pero sobretodo porque enfrentarme a ello con un póco de humor, aunque sea negro, me ayuda a sobrellevarlo.
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(09/04/10)
te quiero papá
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Te vas.
Mañana.
Siempre mañana,
que hoy,
estás aquí,
asomado en mi ventana.
Agarrado al corazón,
a las entrañas.

A la vida y al calor,
a tu mujer,
que te extraña.
Y a tus hijos,
¿por qué no?
que sin ser punta de lanza
capean el chaparrón
con el oficio de casta.

Y hoy que sí estás aqui
pienso estar,
si tienes ganas,
a los pies de tu balcón
(que es el balcón de mi casa)
agarrado al corazón,
viéndote regar las plantas.
linea(09/04/10)