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Boooring
(21/12/04)
Son las 4:30 de la mañana, el mundo es, ciertamente, un lugar mejor ahora.

Lo ha vuelto a hacer, no ha podido evitarlo. Llevaba tiempo deseando hacerlo.

Es una persona compulsiva, en algunos aspectos, al menos. Una vez que ha probado algo que le gusta, intentará repetirlo hasta el agotamiento, hasta quedar completamente saciado. Y su acto compulsivo de aquella noche había sido otro diseño. (aparte de 1Kg de pequeños cítricos, cuyas anaranjadas pieles reposaban tranquilamente sobre su plato)

Era una felicitación navideña, un dulce demasiado apetitoso para poder resistirse. El resto de lo que hace, le gusta, le encanta, pero es diseñando cuando se siente realmente bien. No siente nada más, nada tiene importancia, eso le lleva, es su impulso, su gasolina.

Se tumba en la cama, sin sueño, soñando con haber alegrado un poco la vida a ciertas personas.

Son las 6:30 de la mañana. Se enciende la cadena, con un click casi imperceptible, suficiente para despertarle. 6 años usandola como despertador le han entrenado, y de tal manera, que medio inconsciente recorre media habitación, la apaga y vuelve a la cama. El proceso se vuelve a repetir, con idéntico resultado, apenas 6 minutos después.

Son las 7:20 de la mañana, su autobús sale a las 7:30 de un lugar al que tarda unos 15, suponiendo que saliera ya, y el transporte intermedio se sincronizara perfectamente. Observa esta posibilidad, recién despertado, pero plenamente consciente de todo.

Tiene todos los procedimientos previos a salir de casa perfectamente estudiados y parametrizados. Los movimientos medidos y calculados que ejecuta como si de un complejo ballet se tratase.

"Encender equipos, escoger ropa ir a la ducha." 7 minutos, 20 segundos.
"Ducha rápida, vestirse" 7 minutos.
"Meter en la mochila utensilios suficientes como para sobrevivir a una devastación nuclear, coger portátil" 6 minutos.
"Peinado, lavado de dientes, coger abrigo, llave y salir por la puerta" 10 minutos.

Sale de casa aproximadamente a las 7:50 de la mañana, camina, tranquila y decididamente, al abrigo de la noche y se zambulle de lleno en las profundidades de la ciudad para moverse en unos de esos gusanos de acero que socavan la urbe.

Pocas paradas después, tiene que hacer un transbordo, su gusano no le lleva exactamente donde él quiere. Ha de moverse rápido si pretende alcanzar al nuevo gusano a tiempo, así que decide (como siempre) moverse corriendo y bajar saltando las escaleras, provocando en cierta medida que el mosaico masivo que son los humanos subterraneos le observen con cierto asombro.

Consigue alcanzar a su gusano por unos buenos 30 segundos. Sube en tropel, como es habitual, y se sienta. Hay algo que no cuadra ahí dentro, una chica está inclinada en una posición extraña, ganando visibilidad sobre un hombre que hace de barrera entre ambos. Le mira fijamente, sonrie. No puede creer que sea Elena. La última vez que se vieron (un intermedio fortuito entre ese gran lago de distancia) las cosas no fueron particularmente perfectas.

Hoy si. Se levantan, intercambian saludos y sonrisas, sorpresa, cierta emoción y el pulso que se acelera, es Elena, hace casi un año que no la ve.

Ambos llegan tarde, y van a sitios proximos en el espacio, aunque lejanos en el tiempo, debido principalmente a la falta de transporte intermedio. Ella le cuenta su vida, y su no vida. Hay cosas que dice más no diciendolas. Él le cuenta la suya. Son las 8:20, mitad de trayecto, el gusano está parado. Llegan más tarde, si cabe.

Llegan al destino a eso de las 8:30, se despiden, se separan. Ha sido bonito.

Son las 9:15 de la mañana. Aterrizaje. Éstos últimos metros antes de llegar al destino, son particularmente tensos.

Traspasada la primera barrera, se muestra ante él un post-amanecer casi perfecto. El cielo parece una gran roca formada por distintos mármoles esponjosos surcados de venas de luz.

Anota mentalmente, un poco más de tiempo, un poco menos de prisa.

Ha helado. Todo está congelado, inmóvil, mudo. Le encanta la sensación de que nada ni nadie mas que él está contemplando eso, que nada ni nadie hace nada para jodérselo.

Disfruta casi tanto como con la niebla (sin frio), aunque menos que con el sol. El sol es su preferido en éste ránking.

De todas las explosiones de fusion alrededor de las cuales orbitamos, el sol es, sin duda, su favorita.
Cielo despejado, y el sol dando en una inclinación inferior a 45°, el momento perfecto.

Termina de saborear ese momento mientras anda hacia clase, edificio del tédio, bloque 2.

Son las 9:20. La odisea ha terminado.